lunes, 11 de mayo de 2009

DIABETES

Las células beta de los islotes de Langerhans del páncreas sintetizan un péptido llamado insulina, que tiene carácter hormonal y se encarga de controlar la captación, utilización y almacenamiento de nutrientes por las células. La liberación de insulina a la sangre para ejercer su acción endocrina, se produce principalmente como respuesta al aumento en la circulación de glucosa, aunque también actúan sobre su secreción otros sustratos metabólicos (aminoácidos y ácidos grasos). La secreción de insulina se regula por medio de la interacción con hormonas gastrointestinales, hormonas pancreáticas y neurotransmisores del sistema nervioso autónomo. La insulina circula libre en la sangre y su volumen de distribución se aproxima al del líquido extracelular. Después de la comida se produce un rápido aumento de la concentración de insulina en la vena porta, seguida de un ligero aumento en la circulación periférica.
Las acciones anabólicas de la insulina comprenden la estimulación del uso y almacenamiento intracelulares de glucosa, aminoácidos y ácidos grasos, mientras bloquea los procesos catabólicos, como la desintegración de glucógeno, proteína y grasa. Estas acciones se logran mediante la estimulación de unos receptores específicos de insulina, situados en la membrana celular de casi todas las células de nuestro cuerpo. La vida media de la insulina en plasma es de cinco a seis minutos. La insulina se destruye principalmente en el hígado, riñones y músculo, alrededor del 50% de la insulina que llega al hígado por la vena porta se destruye y nunca llega a la circulación general, aunque sí afecta al metabolismo hepático.

La dieta en la diabetes

Los objetivos de la terapia dietética en los individuos con diabetes, como se ha indicado por la American Dietetic Association (ADA), serían: la normalización de los niveles sanguíneos de glucosa, la optimización de los valores de lipoproteínas, el aporte de energía y nutrientes en cantidades adecuadas para mantener un peso corporal correcto y prevenir complicaciones agudas y crónicas. Específicamente para pacientes con diabetes tipo 2 hay dos actuaciones principales para alcanzar estos objetivos: actuar en la composición de la dieta y reducir la ingesta total de energía para intentar eliminar la insulinoresistencia.
Como ya hemos dicho, existe una clara relación entre obesidad y resistencia a la insulina. De hecho, en los países occidentales entre el 60 y el 90% de los pacientes con diabetes tipo 2 tienen sobrepeso, por lo que el control de la energía ingerida es esencial en el control de estos pacientes. También debemos de tener en cuenta que el nivel de insulinorresistencia producida por el tejido adiposo puede variar para cada individuo. El exceso de grasa en algunos sujetos con diabetes tipo 2 tiende a localizarse en la cintura y algunos sujetos que según los patrones de peso-talla no serían obesos, realmente si pueden tener exceso de adiposidad. Por tanto, todos los sujetos con diabetes tipo 2 pueden beneficiarse de una dieta con restricción calórica. Así pérdidas de un 5 a un 10% en el peso corporal producen también beneficios en el control de la glucemia de sujetos con diabetes tipo 2 sin sobrepeso.
Las dos posibilidades de abordar el problema serían o bien con una restricción moderada de la ingesta calórica de entre 250 y 500 Kcal. por día, para conseguir una pérdida de peso gradual, o utilizar una dieta muy baja en calorías (menos de 800 Kcal./día), que proporciona una rápida pérdida de peso, mejoras también rápidas en los niveles de glucosa y lípidos sanguíneos y bajada de la presión sanguínea, pero que debe seguir una adecuada supervisión y un cuidado extremo en incluir en ese bajo paquete calórico una ingesta proteica suficiente (entre 1,0 y 1,4 g/Kg. de peso ideal y día) y un nivel adecuado de vitaminas, electrolitos y agua. Este tipo de de dieta muy baja en calorías, solamente estaría indicada en pacientes con un índice de masa corporal por encima de 30 Kg. /m2, pero no en individuos con sobrepeso moderado; además este tipo de dietas no garantizan el mantenimiento de la pérdida de peso que producen y tienen efectos colaterales no deseables como arritmias, anemia, trastornos nerviosos, estreñimiento, fatiga e irregularidades menstruales. Una vez conseguida la reducción de peso, queda algo aún más difícil: su mantenimiento; para ello es fundamental continuar con el control de la ingesta calórica y, si es posible, incrementar la actividad física, lo que nos permite aumentar la ingesta calórica sin aumentar la grasa corporal. Además debemos de tener en cuenta que el ejercicio físico, al permitir la captación de glucosa por el músculo de forma no dependiente de la insulina, reduce las necesidades de esta hormona. En cuanto a la distribución de la ingesta debe realizarse en 3-5 comidas por día, pues la ingesta repartida en múltiples pequeñas comidas reduce los lípidos séricos, lipoproteínas, insulina y los niveles séricos postprandiales de glucosa frente a la misma ingesta distribuida en un número reducido de comidas.
La composición de la dieta es un factor que, como es obvio, va a tener también una gran influencia en el éxito de la dieta en el control de la enfermedad. En este sentido, debemos de tener en cuenta como objetivo principal, que en una ingesta calórica restringida debemos incorporar los nutrientes necesarios para cubrir las necesidades del individuo, teniendo en cuenta que para algunos de ellos, como es el caso de la proteína, están incrementadas en relación a la población sana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario